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miércoles, 15 de octubre de 2008

Cortázar vuelve al barrio de Agronomía - Repercusiones

Asesora literaria Homenaje a Cortázar: Ana Quiroga

Cortázar y los jóvenes, por Pedro Mairal
El domingo pasado, a pesar de la fiaca absoluta de la lluvia, las salas del Instituto Comunicaciones en el barrio de Agronomía estaban llenas. Fue un ciclo maratónico sobre Cortázar que duró todo el fin de semana. De la mañana a la noche hubo mesas redondas, se proyectaron documentales, hubo lecturas, muestras de fotos y gigantografías, talleres literarios, talleres para chicos, música. “Cortázar vuelve al barrio de Agronomía”, decían los carteles, porque la idea de estos ciclos es llevar a los escritores de
vuelta a su barrio de origen. Así, en octubre Las Ocampo (Victoria y Silvina) vuelven a Recoleta, y en noviembre Roberto Arlt vuelve a Flores. En el ciclo sobre Julio Cortázar llamaba la atención la cantidad de gente joven. Hay un fenómeno extraño con Cortázar y la juventud. Algunos de los disertantes quizá dieron algunas claves, aunque sus ponencias en distintas mesas no eran sobre ese tema en particular. Luisa Valenzuela habló de Cortázar como seguidor de la Patafísica, esa ciencia de las soluciones imaginarias que invitan a ver el mundo complementario (no el real), que presta más atención a las excepciones que a lo normal. Y los adolescentes siempre se sienten poco normales, inadecuados, como excepciones ignoradas. Martín Kohan, analizando el cuento El otro lado, habló de la contrapartida entre el escritor que narra la experiencia y el escritor que se redime escribiendo, que se siente ausente, mirando de afuera la vida verdadera, la vida intensa que siempre le sucede a los demás. Otra identificación de la gente joven que se siente bastante fuera de todo. Florencia Abbate, por su lado, explicó que como a Cortázar se lo lee en la juventud, es difícil que los escritores en su madurez lo reconozcan como una influencia en sus obras. Pareciera que Cortázar entonces es una lectura que ha venido formando a un par de generaciones, pero que después no se confiesa. Yo podría decir que Cortázar me enseñó a caminar por la ciudad, a leer la ciudad como una sintaxis de cuadras como párrafos que se suceden, y hacen progresar el movimiento de la acción y a su vez provocan asociaciones, pozos de tiempo, flashbacks. Recuerdo haber caminado a los veinte años de un modo distinto por Buenos Aires, sintiendo que entraba en esa ciudad invisible formada por la fusión de dos espacios, como propuso Mario Goloboff. Creo que a las personas jóvenes les gusta Cortázar porque les hace sentir que lo que ellos creían que era su vida mediocre y descolorida es en realidad una novela extraordinaria y secreta dentro de la cual cada uno está metido.
* Publicado en Diario Perfil