Ese gran monstruo cinematográfico ruso, inabarcable y lúcido, llamado Sergei Eisenstein da muestras, en su ensayo -Palabra e imagen-, de un vastísimo conocimiento literario no como una mera erudición, sino como el lector extraordinariamente inteligente que -vio- con un ojo distinto lo que el lector común sólo había alcanzado a leer en las obras literarias. Con acertada lucidez cita textos de Tolstoi, Pushkin, Lewis Carroll,
Maupassant, incluso de Leonardo Da Vinci y de Freud. Entre ellos, transcribe el poema -Amanecer de Otoño- de Antonio Machado y cita algunos de los versos más logrados del poeta español:
Una larga carretera
entre grises peñascales,
donde pacen negros toros.
Zarzas, malezas, jarales.
Está la tierra mojada
por las gotas de rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río.
Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor.
A la espalada la escopeta,
entre sus galgos agudos,
caminando un cazador.
Es indudable que Eisenstein advirtió que estos versos eran pura imagen visual: el cine se ha valido desde el principio de la influencia literaria. En sentido inverso, Borges -que escribió crónicas de cine en el diario Crítica, en la revista El Hogar y en la revista Sur, que vio películas de Eisenstein y que probablemente lo leyó- reconocía la influencia del cine en sus escritos, particularmente en los textos de Historia universal de la infamia. Tanto él como Martín Scorsese se basaron en un mismo libro de Herbert Ashbury sobre luchas callejeras neoyorquinas; Borges para escribir algunos de los relatos de la mencionada Historia universal de la infamia, Scorsese para filmar Pandillas de Nueva York.
A la innegable relación entre cine y literatura se sumó la aparición de films interesantes pero poco vistos, como El marinero que cayó de la gracia del mar, de Lewis John Carlino, basada en un relato de Yukio Mishima, que dio pie para que el encuentro siempre postergado entre cine y literatura se hiciera realidad en nuestra programación.
La listas terminan siendo siempre arbitrarias y en este caso, nos movió más un interés por rescatar aquellas películas difíciles de ver en el circuito comercial, que las que todos evocamos en un primer impulso. Decidimos separarlas en tres secciones. En primer lugar: El escritor como guionista, como en el caso de Lolita, de Stanley Kubrick inspirada en la extraordinaria novela homónima de Wladimir Nabokov y adaptada por él mismo; en segundo lugar Adaptaciones de obras literarias, desde clásicos como El Quijote hasta contemporáneos como Saer; y por último los Géneros fantástico y de terror, como las obras de Lovecraft, Shelley o Stoker, entre otras.
El público suele decepcionarse al ver la adaptación de un libro porque, mientras que cuando lee pone en juego su propia imaginación, al ver la película se enfrenta con la imaginación del director. Algunas películas, sin embargo, son una feliz excepción, como las que, según nuestro criterio, hemos incluido en este ciclo. El encuentro entre cine y literatura comienza este mes y se prolongará en octubre; los invitamos a disfrutarlo para que se reúnan, una vez más, la imagen y la palabra.