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lunes, 30 de abril de 2007

La ocasión fugaz, por Ana Quiroga

El visitador médico invierte diecisiete minutos en terminar de exponer los favores que le reportarán a Braulio, el gastroenterólogo que lo escucha con indignación, recetar una determinada cantidad de píldoras del costoso medicamento que acaba de sacar al mercado el laboratorio que representa.
El visitador deja sobre el escritorio -un escritorio de roble despojado de cualquier ornamentación-: un teléfono inalámbrico última generación, un I-Pad y fotos de un hotel en Berna. Braulio, aturdido, calcula que

La mendiga de Locarno, Heinrich von Kleist

En Locarno, en la Italia superior, al pie de los Alpes, se hallaba un palacio antiguo perteneciente a un Marqués, y que en la actualidad, viniendo del San Gotardo, puede verse en ruinas y escombros: un palacio con grandes y espaciosas estancias, en una de las cuales antaño fue alojada por compasión, sobre un montón de paja, una vieja mujer enferma, a la que el ama de llaves encontró pidiendo limosna ante la puerta. El Marqués, que al volver de la caza entró casualmente en la estancia donde solía dejar los fusiles, ordenó

El cocodrilo, por Felisberto Hernández

En una noche de otoño hacía calor húmedo y yo fui a una ciudad que me era casi desconocida; la poca luz de las calles estaba atenuada por la humedad y por algunas hojas de los árboles. Entré a un café que estaba cerca de una iglesia, me senté a una mesa del fondo y pensé en mi vida. Yo sabía aislar las horas de felicidad y encerrarme en ellas; primero robaba con los ojos cualquier cosa descuidada de la calle o del interior de las

Un alma perdida, por Ana Quiroga

Seis años antes de que algunas de las ocho hijas del Cacique Shayhueque, en 1892, pisaran suelo genovés, en el aniversario del IV Centenario del Descubrimiento de América, y de que Europa se viera conmovida por el arribo de tan pintorescos e inofensivos caníbales conversos, y de que esas bellezas adolescentes fueran enfrentadas a la muchedumbre voraz y exhibidas antes los reyes Humberto y Margarita y el papa León XIII, una de las esposas del Cacique, que no aceptó la monogamia hasta el final, la más joven esposa

El gato negro, por Edgar Allan Poe

Ni espero ni quiero que se dé crédito a la historia más extraordinaria, y, sin embargo, más familiar, que voy a referir. Tratándose de un caso en el que mis sentidos se niegan a aceptar su propio testimonio, yo habría de estar realmente loco si así lo creyera. No obstante, no estoy loco, y, con toda seguridad, no sueño. Pero

Viaje a la semilla, por Alejo Carpentier

I
—¿Qué quieres, viejo?...

Varias veces cayó la pregunta de lo alto de los andamios. Pero el viejo no respondía. Andaba de un lugar a otro, fisgoneando, sacándose de la garganta un largo monólogo de frases incomprensibles. Ya habían descendido las tejas, cubriendo los canteros muertos con su mosaico de barro cocido. Arriba, los picos

La puerta en el muro, por H. G. Wells

I
Hará próximamente unos tres meses me contó Lionel Wallace, durante una larga sobremesa propicia a las confidencias, la historia de la puerta en el muro; y recuerdo que tuve la impresión de que, al menos en cuanto a mi amigo se refería, acababa de escuchar un relato verídico. Habló con tan persuasiva simplicidad, que no pude substraerme a su sugestión; pero cuando a la mañana siguiente me desperté y me puse a rememorar en

Rashomon, por Ryūnosuke Akutagawa

Era un frío atardecer. Bajo Rashomon, el sirviente de un samurai esperaba que cesara la lluvia. No había nadie en el amplio portal. Sólo un grillo se posaba en una gruesa columna, cuya laca carmesí estaba resquebrajada en algunas partes. Situado Rashomon en la Avenida Sujaltu, era de suponer que algunas personas, como ciertas damas con el ichimegasa1 o nobles con el momiebosh2, podrían guarecerse allí; pero al parecer no había nadie fuera del sirviente. Y era explicable, ya que en los últimos dos o tres años la

Felicidad, por Katherine Mansfield

A pesar de sus treinta años, Berta Young tenía momentos como éste de ahora, en los que hubiera deseado correr en vez de andar; deslizarse por los suelos relucientes de su casa, marcando pasos de danza; rodar un aro; tirar alguna cosa al aire para volverla a coger, o quedarse quieta y reír... simplemente por nada.
¿Qué puede hacer uno si, aún contando treinta años, al volver la esquina de su calle le domina de repente

De lo que aconteció a un deán de Santiago con don Illán, el gran mago que vivía en Toledo, por el Infante don Juan Manuel

Otro día hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y contábale sus asuntos de esta guisa:
-Patronio, un hombre vino a rogarme que le ayudase en un hecho en que había menester mi ayuda, y prometióme que haría por mí todas las cosas que fuesen mi pro y mi honra. Y yo comencele a ayudar cuanto pude en aquel hecho. Y antes de que el negocio fuese acabado, creyendo él que ya el negocio suyo estaba resuelto, acaeció una cosa en que cumplía que él la hiciese por mí, y roguele que la hiciese y él púsome

La casa de los deseos, por Rudyard Kipling

La nueva visitadora de la iglesia acababa de marcharse tras pasar veinte minutos en la casa. Mientras estuvo ella, la señora Ashcroft había hablado con el acento propio de una cocinera anciana, experimentada y con una buena jubilación que había vivido mucho en Londres. Por eso ahora estaba tanto más dispuesta a recuperar su forma de hablar de Sussex, que le resultaba más fácil, cuando llegó en el autobús la señora

Una gallina, por Clarice Lispector

Era una gallina de domingo. Todavía vivía porque no pasaba de las nueve de la mañana. Parecía calma. Desde el sábado se había encogido en un rincón de la cocina. No miraba a nadie, nadie la miraba a ella. Aun cuando la eligieron, palpando su intimidad con indiferencia, no supieron decir si era gorda o flaca. Nunca se adivinaría en ella un anhelo.
Por eso fue una sorpresa cuando la vieron abrir las alas de vuelo corto, hinchar el pecho y, en dos o tres

La tercera orilla del río, por Joao Guimaraes Rosa

Nuestro padre era un hombre cumplidor, ordenado, positivo y fue así desde jovencito y niño, por lo que testimoniaron las diversas personas sensatas, cuando indagué la información. De lo que yo mismo recuerdo, él no parecía más extravagante ni más triste que los otros, conocidos nuestros. Solamente quieto. Era nuestra madre la que mandaba y quien a diario regañaba a mi hermana, a mi hermano y a mí. Pero ocurrió que, cierto día, nuestro padre mandó que se le hiciera una canoa...... Era en serio. Encargó la canoa, una

La gallina degollada, por Horacio Quiroga

Todo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la boca abierta.
El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos

Tragedia en Harlem, por O'Henry

Harlem. La señora Fink acaba de entrar en casa de la señora Cassidy, que vive en el piso debajo del suyo.
-¿Has visto qué hermosura? -dijo la señora Cassidy.
Volvió el rostro con orgullo para que su amiga la señora Fink pudiese verlo. Tenía uno de los ojos casi cerrado, rodeado por un enorme moretón de un púrpura verdoso. También tenía un corte en el labio, que le

Bola de sebo, por Guy de Maupassant

Durante muchos días consecutivos pasaron por la ciudad restos del ejército derrotado. Más que tropas regulares, parecían hordas en dispersión. Los soldados llevaban las barbas crecidas y sucias, los uniformes hechos jirones, y llegaban con apariencia de cansancio, sin bandera, sin disciplina. Todos parecían abrumados y derrengados, incapaces de concebir una idea o de tomar una resolución; andaba sólo por costumbre y caían muertos de fatiga en cuanto se paraban. Los más eran movilizados, hombres pacíficos,

El encargo, por Ana Quiroga

La amiga se disculpó por el encargo, tan a último momento. María Laura mira al niño que tiene entre los brazos. Desconoce el nombre de la madre y la historia de su familia. Su amiga es médica en la guardia de la Casa Cuna y le ha pedido que lo cuide durante el fin de semana. El bebé tiene ocho meses, pero su amiga le aseguró que parece mucho menos. Es largo y delgado, de piel muy blanca y tupido pelo negro. Es un bebé

domingo, 29 de abril de 2007

Los recuerdos, por Ana Quiroga

Cuando quisiste por fin enterarte de todo, te acercaste a mí con furia, los ojos salidos por la rabia y me preguntaste si me había acostado con él. Te dije que sí, y vos volviste a preguntarme si lo había hecho en tu cama y yo volví a decirte la verdad; y luego gritaste "cuántas veces, decime", y me insultaste, "cuántas veces". Entonces yo no pude responderte, no porque no supiera decir "muchas", "lo suficiente" sino porque

Sleeping together just one night by Ana Quiroga (Dormir juntos una noche)

Agustina watched through the window as the rain fell, unexpected, heavy, full of provocations. Ernesto was about to take another mouthful of food but stopped and smiled:
‘Would you believe it?’ he said, gazing into the distance. ‘Let’s hope it doesn’t spoil our trip. I told my aunt that no matter what happened we’d ...’
‘It’s not that bad, just a summer shower...’

The Slaughterhouse Yard by Ana Quiroga (El corralón)

Today it is a square in Barracas, with its slide and its sandpit, just opposite the Basilica of the Sacred Heart and two blocks from the motorway that takes traffic away southwards.
In the past it was just an uncultivated, unpopulated plot of land with no clear boundaries. Then it became the dirty crowded yard of a slaughterhouse, where cattle were selected for the abattoir. Then once more it

jueves, 26 de abril de 2007

Amistad, por Ana Quiroga

Durante la lluvia dejó de funcionar el teléfono. Esa noche, empapada, hizo un reclamo desde el teléfono público de la esquina. Al día siguiente -sábado-, desde el locutorio de la otra cuadra. El lunes, desde su trabajo. Debía acercarse a las oficinas comerciales (provista del contrato de alquiler) para que le tomaran la queja. El contrato lo había firmado, lógicamente, antes de mudarse. La mudanza había sido un caos, uno de los sucesos más lamentables de su vida. Dio vuelta el departamento durante dos días seguidos.
En un cajón encontró guantes nunca devueltos; en un sobre, una fotografía en la que aparecía junto a Helena,

Los influyentes

Gervasio Landívar, Ana Quiroga, Alejandro Crotto y Félix della Paolera
Malba - Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires

El Puente sobre el río del Búho, por Ambrose Bierce

Desde un puente ferroviario, al norte de Alabama, un hombre contemplaba el rápido discurrir del agua seis metros más abajo. Tenía las manos detrás de la espalda, las muñecas sujetas con una soga; otra soga, colgada al cuello y atada a un grueso tirante por encima de su cabeza, pendía hasta la altura de sus rodillas. Algunas tablas flojas colocadas sobre los durmientes de los rieles le prestaban un punto de apoyo a él y a sus verdugos, dos soldados rasos del ejército federal bajo las órdenes de un sargento que, en la vida civil,

Chapada dos Guimarães

Bajo la lluvia y próximos a la chapada

La gula del picaflor

Escuchando a otros escritores: Juan Claudio Lechín y Ana Quiroga

Juan Claudio Lechín nació en La Paz, Bolivia. Vivió en Lima, Caracas y Boston, ciudad en la que terminó su licenciatura en Economía. Es periodista, profesor de guión y un escritor que ha frecuentado diversos géneros.
Es autor de las novelas El festejo del deseo (1993), que obtuvo el segundo premio del concurso de novela "Erich Guttentag", y La gula del picaflor, ganadora del VI Premio Nacional de Novela 2003 (Bolivia) y finalista del premio Rómulo Gallegos en 2005; de la obra teatral Fernando, el caótico (1998), premiada por el Círculo de Directores de Teatro Independiente y merecedora del Premio Nacional 98 "José Vásquez Machicado"; de las Memorias de Juan Lechín Oquendo (2000), escritas a partir de registros magnetofónicos; de los ensayos El sindicato, germen del Estado Nacional (2003) y Gonzalo Pizarro, el malogrador, y de cuentos publicados en varias antologías.

miércoles, 25 de abril de 2007

Jorge Di Paola - Dipi

A los 66 años, falleció Jorge Di Paola.
Reproducimos aquí el saludo final de Juan Carlos Gómez; uno de los más fervientes GOMBROWICZIDAS.
ADIOS JORGE

Se nos fue Jorge Di Paola Levin, el Osiol, el Asno, uno de los integrantes del cuarteto Gombrowicz en la película de Fischerman.
Di Paola, Rússovich, Betelú y yo fuimos cuatro de los argentinos más próximos a ese polaco inolvidable.
Periodista y escritor sobresaliente Di Paola nos dejó anteayer en el legendario Tandil, esa ciudad del sur que Gombrowicz mitologizó en sus diarios y en su epistolario.
Para que los gombrowiczidas lo recuerden junto a Gombrowicz aquí va LA BODA, una carta que le escribió a Osiol hace más de cuarenta años.

LA BODA

Una carta sabia y razonable, unos consejos matrimoniales que le dio a Osiol y sobre los que Quilombo me escribió: "en teoría parecen ciertos, pero lo jodido son los trabajos prácticos"

Vence, 6 de agosto de 1965
Mi estimado Osiol, me dicen que te has casado. Ja, ja, ja! Acaso con la niña que se espantaba con mi voz por teléfono? Sospeché un tiempo que era una intriga de tus compinches para sacarme el regalo de boda, por otra parte no soy tan estúpido como para regalarte algo que se hundiese en todo el montón de otros regalos; de modo que ahora voy a notificar a la ESWIE (María Swieczewska) que te haga llegar algunos pesitos para que puedas invitar a tu mujercita a tomar café con leche con medialunas.
Mi querido Osiol, ya se ve que mis consejos no llegan a tus oídos. Primero: embriagado por las glorias relativas de tu debut no prestaste oído a mis humildes enseñanzas sobre la tapa de Hernán. Después: cuando te escribí una carta paternal con clara demostración de tus errores juveniles, asustado, enloquecido por el pavor, no supiste leerla en el tono de tranquila jovialidad que me caracteriza, te sentiste aplastado y aniquilado, tanto más que Flor de Quilombo con su alma provinciana, con sus gritos despavoridos, colaboró con tu alma de conejo. Ja, ja, ja. Permíteme sin embargo darte nuevo consejo en vista de tu nueva situación, consejo más valioso por cierto que el regalito humilde que te espera. Tanto más valioso que te puedo hablar de casado a casado, ya que debido a un destino que me sorprende ya llevo casi un año de casado.
La base del casamiento no es ni el amor, ni los placeres hm hm, ni la comprensión mutua de las almas, sino una CONVIVENCIA cotidiana que ante todo necesita TRANQUILIDAD, AMABILIDAD, BUEN HUMOR. Sobre esta base las dos vidas poco a poco se juntan, se penetran y llegan a convertirse interesantes una para otra. Espero pues, Osiol, que con gritos histéricos, desesperaciones bruscas, temblores o iras repentinas no vas a convertir tu hogar en casa de loco. No seas tampoco demasiado genio para tu mujercita, esos bombones se sienten muy incómodos frente a tal indiscreción masculina que se proclama genio avant la lettre. No se me escapan tus muy serias aptitudes y creo que vas a llegar a algo más que un "escritor" de esos que los hay muchos. Mas eso tiene que llegar tranquila, lentamente, hay que dar tiempo al tiempo, no hay que olvidarse de tu escasa edad, aprenda algo difícil, lo de gozar de tu edad, no sacrificarla para el futuro.
He aquí los consejos. Ya sabes que pasa conmigo, por Flor. Estoy administrando mi gloria, lo que se vuelve un tanto pesado, estoy firmando ahora como 15 contratos, con USA, Europa, también con tu humilde patria donde, parece, dieron por la radio mi "Casamiento" con gritos salvajes y sin pagarme un centavo.
Vence es una ciudad distinguidísima, a veces cinco o seis Rollce Roys veo por la ventana de mi comedor que da a la plazoleta, vienen ellos para comprar leche y otras cosas para desayuno. Los Rotschild, las condesas Carolyi, de Noailles, Safary, Dabuffet, Chagall, a veces Picasso, la mujer de Johnson, algunas vedettes, los almirantes yanqui etc. Todos vienen por aquí. A mi me visita mucha gente, pues, desgraciadamente muchos acuden a aquél que se ofrece todas las mañanas a la luz de dos velas encendidas al Santo Espíritu. Me jode la salud, pero ando un tanto mejor.
Bien, dele a tu amor un besito de mi parte, muy tierno por cierto, lastima que no lo puedo hacer personalmente, a Dios Osio.

La pata de mono, por William Wymark Jacobs

La noche era fría y húmeda, pero en la pequeña sala de Laburnum Villa, los postigos estaban cerrados y el fuego ardía vivamente. Padre e hijo jugaban al ajedrez; el primero tenía ideas personales sobre el juego y ponía al rey en tan desesperados e inútiles peligros que provocaba el comentario de la vieja señora que tejía plácidamente junto a la chimenea.
-Oigan el viento -dijo el señor White; había cometido un error fatal y trataba de que su hijo no lo advirtiera.

El diablo en la botella, por Robert Louis Stevenson

Había un hombre en la isla de Hawaii al que llamaré Keawe; porque la verdad es que aún vive y que su nombre debe permanecer secreto, pero su lugar de nacimiento no estaba lejos de Honaunau, donde los huesos de Keawe el Grande yacen escondidos en una cueva. Este hombre era pobre, valiente y activo; leía y escribía tan bien como un maestro de escuela, además era un marinero de primera clase, que había trabajado durante algún tiempo en los vapores de la isla y pilotado un ballenero en la costa de Hamakua.

domingo, 22 de abril de 2007

El mejor librero de Latinoamérica

Un amigo colombiano: Alvaro Castillo Granada

sábado, 21 de abril de 2007

Timoteo

Literamérica en Mato Grosso

Uma foto de encerramento do fórum
Adriana Pio (Brasil), Ana Ribeiro (Uruguay), Adlin de Jesús (Venezuela) Floriano Martins (Brasil), Emmanuel Lucenay (Guyana francesa), Diego Blima (Brasil), Ana Quiroga (Argentina), Edwin Madrid (Ecuador)
y organizadores de Literamérica
Cuiabá - Mato Grosso - Brasil

miércoles, 18 de abril de 2007

Tirarse al río, por Ana Quiroga

La primera vez que nos tiramos al río desde el puente, once años tenía. Me pareció una cosa de reírse y me subí como los otros y me arrojé. Apenas caí al agua sentí como un golpe en la espalda y de la risa y el miedo fui y me tiré de nuevo, como veinte veces más. éramos muchos y de las mismas edades así que nadie me dijo qué valiente que sos, porque ellos hacían lo mismo. Al día siguiente fuimos y nos tiramos de nuevo y yo pensé en buscar piedras en el fondo del río y busqué algunas y encontré una lata, toda marrón y abollada, que decía “chocolates” y tenía unas chicas de pelo cortito con unos vestidos con flores. El tercer día, o el

martes, 17 de abril de 2007

Presentación en La Habana


Carta de presentación para un libro postergado.
Querida Ana: Te escribo esta vez públicamente, y espero sepas perdonar la falta de discreción que debe existir entre los escritores.
Hace un año te envié mi primera carta, justo al terminar de leer el libro que habías enviado al Premio Casa de las Américas. Tuve la suerte de integrar el Jurado y la dicha de leerte cuando parecía que la postergación

Trance final, por Ana Quiroga

Manuel Villalba, de 25 años, es analista de sistemas, sabe hablar perfectamente inglés y alemán pero no consigue trabajo en la Argentina. Desde que se recibió, su primo Ignacio le insiste en que viaje con él a España, que busquen algo allá, en cualquier parte. Ambos pueden obtener su pasaporte español por un abuelo en común. El pasaporte les permite ingresar a la Comunidad Europea: la esperanza de un trabajo que

lunes, 16 de abril de 2007

Editores y traductores extranjeros

Traduciendo desde América Latina
Geoff Mulligan (Director Editorial, Reino Unido) y Bart Vonck (Traductor, crítico y poeta, Bélgica) comparten un panel sobre traducción literaria, modera Ana Quiroga

Martes 17 de abril 2007, a las 18:30 hs.
IES en Lenguas Vivas JR Fernández
Buenos Aires


Geoff Mulligan es director editorial de Harvill Secker, (Random House) una empresa inglesa que se especializa en literatura internacional de alta calidad. Algunos de sus autores son: J.M. Coetzee, José Saramago, Günter Grass, Louis de Bernieres y David Lodge. Entre los autores de América Latina se cuentan Laura Restrepo, Edgardo Cozarinsky y Alan Pauls.

Bart Vonck nació en Brugge (Bélgica) y estudió Filología Románica, Filosofía y Teología en la Universidad de Lovaina. Ha trabajado como profesor y periodista. Actualmente se desempeña como traductor y crítico literario y escribe su propia poesía, por la que obtuvo numerosas becas y premios. Ideó y coordinó dos grandes proyectos culturales en torno a García Lorca (1998) y Borges (2006). Entre sus traducciones del español figuran obras de Neruda, García Lorca, Olga Orozco, Mario Benedetti y Griselda Gambaro.

Organizado por TyPA - Teoría y Práctica de las Artes
con el apoyo del British Council

información:
info@britishcouncil.org.ar
www.britishcouncil.org.ar
www.typa.org.ar

La Habana, febrero de 2007



Uno de los mejores momentos de Cuba: cena en casa de Roberto Fernández Retamar.

La inutilidad de los regalos, por Ana Quiroga

Envuelto en un toallón de colores oscuros el hombre sale del baño con el pelo mojado. Ha demorado lo suficiente como para que su mujer, que se había bañado antes que él, tuviese tiempo de secarse el cabello, vestirse y maquillarse. Él la mira y aunque la ve hermosa no se lo dice. Hace tiempo que no se lo dice porque cada vez que se cruzan en el espejo él ve que ella está igual que el día en que se casaron, con la piel

¿Una narrativa invisible?*
Por Enrique Vila-Matas


En este texto, que forma parte de la Enciclopedia del español en el mundo (Instituto Cervantes), el autor de Doctor Pasavento hace un crudo diagnóstico de la situación de los escritores hispanos más allá de sus fronteras

Si mis datos no están equivocados, la lengua española es la cuarta más hablada del mundo, detrás del chino, el inglés y el hindi. Eso ha producido una indudable expansión del español. El Instituto Cervantes sabe mucho de eso, pues

Nota completa

* Publicado en La Nación, Suplemento Cultura, Buenos Aires, domingo 15 de abril de 2007.